Rufina

Sentada con su bolsa de pipas en uno de aquellos bancos para jubilados, Rufina advirtió el rápido parpadeo de la estatua ubicada en el centro de la plaza.

Acercándose con recelo le preguntó:
– ¿Te has movido? Eres… ¿de carne y hueso? ¿Qué te ha ocurrido para acabar así, mujer?

Con voz hueca y lejana la figura respondió:
– Que un día el miedo, me paralizó.